domingo, 1 de junio de 2008

Nit d'estels

Me tocaba hacer guardia, llevábamos dos días de travesía y a debíamos estar a poco menos que la mitad de camino de la singladura entre Cerdenya y Barcelona, había estado esperando esta noche con gran ilusión y me había ofrecido voluntario para la guardia de las 3h a las 5h de la madrugada, el acontecimiento tenia que producirse hacia las 4h y estaba impaciente. Subí a cubierta con una taza de caldo tibia para el timonel, en alta mar se agradece siempre algo caliente ya que la humedad cala en los huesos. Abeli era un marino consumado, había dado la vuelta al mundo al menos tres veces y escrito varios libros, pero los años ya le pesaban y el cansancio se reflejaba en las arrugas de una cara curtida por la sal. Sonrió al verme y dijo “has sido muy puntual”, luego me marco el rumbo a seguir en el compás, tomo la taza de mis manos y se retiro con una sonrisa, posando suavemente su mano en mi hombro al pasar junto a mi, en señal de agradecimiento; se detuvo sólo un instante, antes de desaparecer bajo cubierta y con la costumbre de años de experiencia echo un último vistazo a las velas para comprobar que estuviesen bien trimadas. Por fin estaba sólo, busque un rincón en estribor, en la bañera, al lado del timón donde poder acurrucarme, comprobé la tensión de la escota del foque y la escota de la mayor, de noche recogíamos la mesana para simplificar la maniobra necesaria para gobernar el barco; el ketch hacia 15 metros de eslora y aunque no muy rápido era muy estable, el viento entraba de través por estribor y era casi constante, así que las velas no me darian sobresaltos, por l que me acomode y me relaje. Al cabo de poco, el sueño me iba invadiendo y luchaba por tener los ojos abiertos, no tenia noción del tiempo y sólo una necesidad fisiológica imperiosa me convenció de estirar un poco las piernas. Enganche el mosquetón en la línea de vida de babor y me coloque en popa agarrándome con una mano al back-stay y dejando la otra libre para poder manipularen mi entrepierna y poder descargar mi vejiga. Fue en sea postura y mirando por popa me quede absorto ante el panorama, el már estaba completamente plano y parecía una balsa de aceite, las turbulencias del timón excitaba una nube de microorganismos que se volvían luminosos, haciendo que el barco dejase una estela de luz verdosa fantasmagorica y creando una sensación mágica a su avance. Mire el cielo y supe que por fin había empezado, un espectáculo único en la vida de una persona, un fenómeno que se producía cada 33 años y del que sería un espectador privilegiado y donde ninguna luz artificial pudiese interferir. El cielo empezó a corar vida al ser cortado por rápidos trazos luminosos, que se cruzaban cada vez con más frecuencia e intensidad, parecían filamentos de oro que entretejían las estrellas. Lo que estaba viendo era una tormenta producida en Las Leonidas y nunca olvidare esa noche, fue el 18 de Noviembre de 1999 y fue la mayor lluvia de estrellas en 60 años. Creo que cuando me relevaron, una hora después, seguía tan absorto y emocionado que todavía llevaba mi miembro fuera de la bragueta.