lunes, 1 de septiembre de 2008

Algo escatologico

Estaba desayunando en la estación central de Zurich, tenía 20 minutos antes de coger mi tren para Lucerna, pero ya se sabe que los cafés aguados estimulan el transito intestinal, por lo que pague y me fui a buscar unos lavabos públicos. Estos estaban, como era de esperar en un país tan organizado, perfectamente señalizados y sólo tuve que bajar unas escaleras para encontrarlos al lado de la consigna. Unas vidrieras transparentes permitían verlos antes de llegar, brillantes e impolutos, incluso habían duchas. La entrada estaba tasada con un franco suizo, precio que me pareció razonable a cambio de unas instalaciones tan pulcras y cuidadas. Fui hasta la entrada y en el momento que iba a introducir la moneda en un molinillo de acceso, se interpuso un hombre mayor. Este iba trajeado, pajarita, bastón y una cartera de cuero al más puro estilo de los banqueros de antaño. Su paso tembloroso e inseguro, me hizo preguntarme como había conseguido regatearme con tanta habilidad y lo achaque a alguna extraña habilidad para patinar en unos suelos tan pulidos ya que arrastraba los pies. Pregunto cuanto costaban los servicios y le indique que un franco suizo, en aquel momento el asunto que me había traído hasta aquí empezaba a acuciarme, el hombre con mano temblorosa y parsimonia, había sacado un monedero y hurgaba en su interior, al parecer sin éxito, buscando una moneda, como la operación no parecía tener fin, decidí romper con ese tópico que tenemos los catalanes y pagarle la entrada, así que introduje una moneda y le dije que pasase y no se preocupase, el hombre sorprendido me dio las gracias y cruzo, muuuy lentamente, el molinillo. Sin perder instante, no fuese que apareciese otro de estos banqueros octogenarios, crucé raudo detrás suyo .. una puerta, necesitaba una puerta! Pero si .. ¿quien había puesto una vaya delante las puertas? Mierda!! esto sólo era para aguas menores para los asuntos importantes había otra entrada, a cinco metros de por donde había entrado ¿como no la había visto? por detalles como este habían caído imperios enteros. Bueno pasar al otro lado sólo me costaría un minuto, salí y al ir a entrar por la otra entrada ví que costaba dos francos suizos, no me sorprendió ya que allí los asuntos a tratar tenían más peso, rebusque por mi bolsillo, pero sólo me quedaba uno, claro! el otro se lo había llevado el anciano. En estos momentos es mejor conservar la sangre fría, mire alrededor y pude respirar tranquilo, en la pared colgaba una maquina de las que dan cambio, introduje un billete de diez y el tiempo que tardo en ir cayendo las diez monedas me pareció eterno, sólo me hacia falta dar un paso para situarme en el molinillo de la entrada pero al iniciarlo, una figura se interpuso de nuevo delante mío .. era el anciano de antes !!! ¿como lo había logrado? como conseguía moverse a velocidades próximas a la de la luz (o eso me parecía a mi). Al parecer había seguido mis pasos, una vez más inicio muuuy lentamente el gesto sacar su monedero, pero yo ya no podía perder el tiempo, apretaba con fuerza y mi voz debía sonar a falsete, así que sin sonreír demasiado no fuese que se me soltase algo, le pague de nuevo la entrada y le ayude a cruzar con un pequeño empujón y cruzando rápidamente detrás suyo. El hombre haciendo gala de su educación intentaba agradecerme el gesto, yo no le escuchaba ya que seguramente la mierda (y perdón por la expresión pero en ese momento no podía pensar en otra cosa) había alcanzado el nivel de mis oídos y los taponaba. Mientras el hombre tartamudeaba para darme las gracias, con la vista buscaba una puerta con el indicador verde, la localice en medio segundo y antes que el anciano se percatase, lo deje con la palabra en la boca, no fuese se me adelantase de nuevo, me alejé con pequeños pasitos … justo a tiempo. El alivio con que ahora escribo estas líneas no puede transmitir el momento de felicidad que se experimenta al liberarse uno de semejante presión y siempre me quedará la satisfacción de que un banquero suizo cada vez que vaya al lavabo, recordará, lo generosos que son los catalanes.