miércoles, 24 de junio de 2009

La Incursión


Lo había meditado toda la semana, pero no contaba con este frío del demonio, eran las 8h de la mañana y había conducido 40 km, el indicador de mi coche marcaba -6Cº en el exterior, me puse la chaqueta y baje del coche. El frío calaba hasta los huesos, caminé hacia la cerca y después de comprobar que no había nadie la salte torpemente, suerte de los guantes de trabajo que me protegian, caí al otro lado de la verja, me alce escuchando alerta, era pronto y no había casi luz, pero me conocía el terreno como la palma de mi mano; camine los 200 metros que me separaban de la explanada, me dirigí al primero de todos, saque la herramienta de mi bolsillo y me puse a trabajar. Tenia que hacer 15 así que no podía perder el tiempo, el duro esfuerzo físico me evitaba sentir el frío pero a medida que pasaba el tiempo el cansancio se me acumulaba en los brazos y manos pero no podía descansar, no era probable que se presentase nadie pero si me descubrían, tendría complicaciones. El vecino no me preocupaba, me conocía y el como buen pages, entendería porque estaba haciendo esto, los minutos pasaban y seguía a un ritmo frenético, las manos me dolían y el sudor se me helaba en la frente, por fin había acabado eran las 10:30 miré hacia atrás contemplando mi trabajo, los frutales estaban por fin todos podados si contaba lo de hoy más los del otro día hacían 24. Desde que me separe estaban abandonados, hacia 4 años los había plantado en un terreno de mi suegro, los cuide con mimo y perseverancia hasta que dejé de venir por la separación, cuando los vi hace un mes completamente descuidados, se me partió el corazón, ahora “feian goig” volví contento al coche, casi no podía coger el volante de lo que me dolían las manos pero sabia que hoy dormiría tranquilo y reí imaginando la sorpresa de mi exsuegro cuando los viese.

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